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La competitividad bien entendida

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Rubén Llop
Director del Departamento de Política de Empresa y de Dirección de Personas de EADA

El profesor de EADA Rubén Llop

El profesor de EADA Rubén Llop

En estos tiempos de crisis, de recesión, de recuperación, de crecimiento, o de lo que ustedes quieran, aparecen debates sobre el modelo de competitividad, el modelo de negocio, en términos de gestión, que nuestro país debe abrazar para tener un futuro en el sistema económico que nos ha tocado vivir.

Les pondré dos ejemplos de modelos de competitividad que suelen aparecer en los medios de comunicación. Debemos crear una sociedad que compita por innovación, por conocimiento, por nuestra capacidad de I+D. Competir con otros líderes mundiales gracias a un sistema educativo que coloque a nuestras generaciones actuales y futuras en las primeras posiciones intelectuales. Muchos de los que lo afirman son los responsables directos de que el abandono escolar supere el 30% en las fases tempranas de la educación, de que nuestros resultados escolares comparados nos coloquen en el furgón de cola, en lo que a las competencias y conocimientos de nuestros jóvenes se refiere y, por aportar un último dato, los que recortan presupuestos en educación, suben tasas y disminuyen becas, abortando así las posibilidades de acceso a esas élites del conocimiento a no pocos jóvenes que, de darse otras condiciones sociales, legales, económicas y políticas, hubiesen podido destacar.

Otro modelo de competitividad es el burdo y falso acercamiento neoliberal que consiste en afirmar que, para ser competitivos en el mercado global de capitales y de fuerzas de trabajo, debemos flexibilizar nuestro mercado laboral. Se nos pide, con aquel “hay que hacer más por menos”, aunque no se explicita, que, para ser competitivos, nuestros trabajadores deben ser los más baratos de todos, como si el objetivo fuese que nuestros trabajadores cobren menos que los integrantes de esas plantillas hacinadas como esclavos que, en contadas ocasiones, aparecen en las noticias (cuando una de esas fábricas se quema, por mencionar un trágico ejemplo). Por aclararlo aún más, de una manera más sencilla, más llana y más brutal, se trataría de abaratar a los trabajadores locales para que, desprotegidos y empobrecidos, sean los más atractivos para el capital internacional.

Competitividad: Tres factores

Pues bien, las soluciones al problema de la competitividad futura no son tan sencillas, no se pueden presentar como alternativas serias y factibles ni las estúpidas repeticiones de modas de gestión y/o políticas (innovación, sociedad del conocimiento, I+D) ni los enunciados falsamente científicos que la economía neoliberal pretende hacer pasar por ciertos como que la búsqueda del enriquecimiento individual conlleva el bien social.

Hay que tener bien claro con qué producto o servicio se quiere competir, cuáles son los aspectos externos a considerar -mercados, clientes, competidores…- y con qué recursos internos contamos para ser competitivos y aportar un valor diferencial

Rubén Llop recomienda definir un modelo de competitividad que refleje las estrategias y objetivos de la empresa, así como los recursos de que dispone para conseguirlo

Rubén Llop recomienda definir un modelo de competitividad que refleje las estrategias y objetivos de la empresa, así como los recursos de que dispone para conseguirlo

Cuando una persona, una empresa o una sociedad, en su conjunto, quiere hacer un planteamiento serio sobre qué papel quiere desempeñar en el incierto futuro económico en el que estamos inmersos, se deben combinar, de manera sucinta y esquemática, como mínimo, tres aspectos: con qué producto o servicio se quiere competir, en segundo lugar, cuáles son los aspectos externos que tengo que considerar (de un lado, qué mercados y clientes quiero conquistar y, de otro, contra qué competidores me tendré que enfrentar); y, en tercer y último lugar, con qué recursos internos cuento (qué conocimientos o habilidades atesoro, qué aspectos diferenciales me permitirán ser más competitivo). Tan solo cuando se ha realizado un cierto análisis de este tipo, que combina aspectos externos e internos, de producto y de mercado, se puede empezar a diseñar un plan de acción que permita acometer un proyecto de envergadura. Además, suele acontecer que aquello que podemos hacer en el corto plazo, con lo que podríamos competir hoy no coincide, necesariamente, con aquello por lo que nos gustaría ser reconocidos en ese futuro que queremos alcanzar.

La obligación de los gobernantes, aquellos que han sido elegidos, es equilibrar las dramáticas y singulares diferencias que el sistema económico actual promueve y acelera. El futuro pasa por practicar políticas inclusivas de los más desfavorecidos y expuestos a la exclusión puesto que de estos, ninguno de los agentes económicos contemporáneos se preocupará.

Para muestra, un botón. Digamos que en el corto plazo, nos planteáramos competir como destino turístico internacional ya que tenemos un excelente clima, infraestructuras y servicios y, entre otros atributos, una excelente calidad gastronómica. Además, se trataría de un sector que puede emplear tanto a titulados superiores con masters e idiomas como a ciudadanos sin, necesariamente, formación universitaria pero con conocimientos y oficios necesarios para atender a los clientes.

Por lo tanto, producto /servicio y cualidades internas como país tenemos, aunque también es necesario diferenciarse de los competidores globales y concretar el mercado objetivo (es decir, a qué tipo de clientes queremos atraer). ¿A la clase media europea? O ¿a jóvenes llenos de copas que saltan desde los balcones? No hay duda de que tenemos calidad para acometer el primer objetivo, de la misma manera que no hay duda de que aparecemos en la BBC, con los comas etílicos o concursos de felaciones a cambio de copas gratis… Si queremos, seriamente, definir un modelo de competitividad de país deberemos alinear las sanas ambiciones de los empresarios individuales, las políticas que impulsen el crecimiento del sector, la formación de profesionales cualificados para el sector, la actualización y adecuación de la legislación aplicable y su cumplimento, y un largo etcétera para que un plan a medio y largo plazo tenga algún atisbo de éxito. Hace falta dirección, compromiso, trabajo en equipo y constancia.

Si queremos definir un modelo de competitividad de país deberemos alinear las sanas ambiciones de los empresarios individuales, las políticas que impulsen el crecimiento del sector, la formación de profesionales cualificados para el sector o la actualización y adecuación de la legislación aplicable, entre otras medidas

En lugar de hacer discursos oportunistas exentos de contenido o de seguir la senda de la máxima explotación comparada de una mayoría de nuestros conciudadanos es necesario ser consciente de las propias capacidades y limitaciones y comprometerse con nuestra sociedad en el medio y largo plazo de manera sensata e inclusiva. En mi opinión, personas y empresas tenemos capacidad de competir en este entorno. Nuestro país también.

Ahora bien, realizar una buena definición de nuestros puntos fuertes y débiles, aplicar no poco esfuerzo y trabajo en la implementación de nuestro plan y, sin duda, la creación y mantenimiento del marco legal y político adecuado, son las primeras piedras sobre las que construir. Tenemos la oportunidad, nos queda mucho trabajo…

Artículo publicado en ‘El periódico de Catalunya’
22 de julio de 2014
Kantar-Media


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